WSOP – Del Humo al Oro: La Épica historia de la World Series of Poker

WSOP

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Las Vegas, verano de 1970. No había luces de televisión, ni pulseras de oro. Solo humo de cigarro, whisky barato y treinta hombres con miradas filosas, sentados alrededor de unas mesas en un rincón del tamaño de una habitación de hotel normal. Ese fue el nacimiento.

Así arrancó la historia de la World Series of Poker. Sin pompa, sin millones, sin saber que estaban escribiendo el primer capítulo de una revolución. Jack Binion, un joven con ojos de negocio y herencia de vaquero, convenció a su padre, Benny —el verdadero jefe del Horseshoe—, de ceder espacio en su casino. Pero no era una sala de póker. Era un rincón prestado, un pedazo del área de bacará convertido en campo de batalla. No había croupiers profesionales, ni mesas con branding, ni relojes de tiempo. Era crudo, real, salvaje. Ahí se juntaron los mejores. Johnny Moss. Doyle Brunson. Puggy Pearson. Crandell Addington. Amarillo Slim. Todos hombres duros, formados en las partidas ilegales del sur, donde las cartas se jugaban bajo la amenaza de una pistola y un mal farol podía costarte los dientes. Se jugó en modalidad cash, con seis tipos diferentes de juego. Entraban y salían. Algunos se levantaban si la modalidad no era su fuerte. Otros se quedaban toda la noche. No hubo eliminaciones, ni estructura, ni final definido. No hay consenso sobre cuántos días duró aquella edición. Algunas fuentes dicen que fueron solo 4 días, mientras que otras apuntan a que, por incluir modalidades como Ace-to-Five, el evento se extendió hasta 10 días. Al final, votaron entre ellos. Pero todos se votaron a sí mismos. Típico. Así que repitieron la votación, esta vez al segundo mejor jugador.

Y fue así como Johnny Moss, el viejo lobo de mar, fue coronado primer campeón mundial de póker. Sin saberlo, le habían puesto la primera piedra al templo de los dioses del poker. También votaron en otras categorías, como el jugador más respetado, la leyenda viviente o el participante más simpático.

WSOP primeros ganadores

Pero para entender por qué estaban ahí, tenemos que viajar un año atrás. En 1969, Tom Moore y “Big” Ray Ryan, dos empresarios de Texas, organizaron el Texas Gamblers Reunion en Reno. Una reunión de altos vuelos: apuestas grandes, whisky caro, egos a punto de estallar. Jimmy “The Greek” Snyder, “Minnesota Fats” Weren, y Benny Binion jugaron durante días a partidas de altas apuestas, enfrentándose en distintas modalidades contra otros jugadores ya reconocidos, como Doyle Brunson, “Amarillo Slim” Preston, Johnny Moss y “Puggy” Pearson. Todos los participantes votaron para determinar quién había sido el mejor jugador de ese encuentro, y fue “Crandell Addington” quien recibió más votos, siendo proclamado ganador. Fue un éxito entre jugadores, pero un fracaso financiero.

Moore esperaba que esos jugadores dejaran dinero en su casino, y cuando eso no ocurrió, decidió no repetirlo. Pero entre los asistentes estaba Benny Binion, que vio en ese caos algo que los otros no: un germen. Una chispa. El embrión de algo más grande. Asi que solicitó permiso para organizar un evento similar en su casino en Las Vegas, y un año después, trajo ese sueño a Las Vegas. Y nació la WSOP. Aunque Benny fue quien asistió personalmente al Texas Gamblers Reunion y tuvo la idea de trasladar la competición a su casino, fue su hijo Jack Binion quien llevó el proyecto adelante

LOS PRIMEROS AÑOS

Las primeras ediciones fueron discretas. En 1971, por consejo de Amarillo Slim y un periodista que calificó el evento como “aburrido”, abandonaron las partidas de cash y adoptaron el formato freezeout. Ahí nació el torneo como lo conocemos hoy: todos comienzan con la misma cantidad de fichas. Solo uno queda en pie. Así, al año siguiente, siguiendo los consejos de Turey y Amarillo Slim, las WSOP abandonaron las partidas de cash. Slim ganó en 1972. Pero no fue una victoria limpia. En la mesa final estaban él, Puggy Pearson y Doyle Brunson. Brunson iba arriba.

Aunque no se permiten acuerdos en las WSOP, en 1972 hubo uno, cuando quedaron Amarillo Slim, Puggy Pearson y Doyle Brunson. Jack Binion permitió la entrada de reporteros y cámaras, y Brunson y Pearson comenzaron a jugar de forma errática, perdiendo manos adrede. Binion detuvo el juego y llevó a los tres a una sala privada. Allí, Brunson confesó que no quería la fama ni el escándalo que implicaba ganar el Main Event.

Venía de una familia conservadora de un pequeño pueblo de Texas y temía las implicaciones fiscales y el reconocimiento público, lo que afectaría su capacidad de obtener acción en las partidas de cash. Amarillo Slim, en cambio, no tenía problema con la fama. Así que los tres acordaron que él ganaría el Main Event, mientras los otros dos se llevarían un reparto proporcional del bote. En la web oficial se dice que Slim ganó los $80,000, mientras que The Hendon Mob reparte $32,500 a Brunson, $32,500 a Pearson y solo $15,000 a Slim. Otros sitios afirman que Brunson se llevó más de la mitad. La verdad, probablemente, nunca se sabrá.

Durante los siguientes años, Slim recorrió los Estados Unidos como embajador no oficial del póker. Once apariciones en The Tonight Show. Películas. Entrevistas. Un libro que se vendió como pan caliente. Convirtió el póker en tema de conversación nacional. Lo sacó de las sombras. Y colocó a la WSOP en el mapa.

Los Años del Oro y la Gloria

En 1976, llegaron los brazaletes. Hasta entonces, los ganadores recibían copas o trofeos simples. Pero ese año, el oro se hizo pulsera. Y el primero en ganarlo fue, cómo no, Doyle Brunson. No uno, sino dos. En 1976 y 1977 con premios de $220,000 y $340,000 respectivamente, ganó el Main Event con la misma mano: 10-2.

Desde entonces, esa combinación lleva su nombre. Pero Brunson ni siquiera recogió los brazaletes. Para él, eso no tenía valor. Él jugaba por el dinero. Por respeto. Por el arte. Con el tiempo, eso cambió, y hoy los brazaletes de las WSOP son los trofeos más codiciados por cualquier jugador.

Aunque están hechos de oro y pueden incluir diamantes, rubíes o zafiros, tienen más valor sentimental que económico. Aun así, siempre ha habido especulación sobre su valor, ya que han evolucionado mucho con los años, y no se sabe ni cuánto costaron los primeros, de los que ni siquiera hay fotos. En los últimos cinco años hemos visto cosas impresionantes. Para el 50.º aniversario de la World Series of Poker en 2019, se hicieron brazaletes especiales con un gran “50” en el centro compuesto por 252 piedras preciosas, 2,175 diamantes y 77 rubíes, con un peso total de más de 40 quilates en gemas.

El brazalete del evento principal de 2022 también fue una locura absoluta: 2,767 piedras preciosas, incluyendo 2,656 diamantes (671 de ellos negros) y 111 rubíes. Todo esto en un brazalete de oro de 58 quilates hecho a mano por Jostens, con un protector de cartas de oro oculto en su interior.

En 2023, Jostens volvió a fabricar el brazalete del evento principal, esta vez utilizando 500 gramos de oro de 10 quilates y 2,352 gemas diferentes, incluyendo 42 diamantes. El brazalete de 2024, que fue presentado por nada menos que Jack Binion, es un brazalete de oro amarillo de 10 quilates que pesa 445 gramos, engastado con 2,253 piedras preciosas diferentes, incluyendo 1,948 diamantes redondos, 230 piedras de ónix negro y 75 rubíes rojos. Esta última edición también incluye un protector de cartas, que es la placa frontal dorada removible en el centro del brazalete.

El brazalete se entregó al que fue llamado “mejor jugador”. En 1980 lo recibió HD Halate, y en 1981 fue Chip Reese quien lo obtuvo. Pero la idea no prosperó y dejaron de entregar esos brazaletes, que nunca contaron para el ranking general. Los que sí contaron como brazaletes, aunque no eran brazaletes, fueron los de 1982. Se distribuyeron un total de 14, dos de los cuales terminaron en manos del legendario David Sklansky, autor de varios libros teóricos que seguramente muchos jugadores veteranos han leído.

La Era del Milagro y la Industria.

Los premios comenzaron a crecer. Los jugadores también. En 1979, Hal Fowler, un amateur, ganó el Main Event. Fue el primer no profesional en lograrlo. Y con eso, el mensaje fue claro: cualquiera podía ganar. Se rompió el mito. Llegaron los sueños. Llegaron los novatos. La WSOP empezó a explotar. Y entonces apareció él: Stu Ungar. “The Kid”.

El prodigio neoyorquino que leía las manos como si fueran libros abiertos. En 1980 y 1981, ganó el Main Event. Era joven, delgado, adicto a la velocidad. No se parecía a los tejanos de sombrero y botas. Era puro nervio y talento. En 1997, contra todo pronóstico, regresó y ganó su tercer Main Event. Igualó a Johnny Moss. Y luego desapareció. Murió solo, en una habitación de motel. Pero dejó una huella tan profunda que aún hoy se siente su sombra en cada mesa.

Binion sabía que para expandirse aún más, la WSOP necesitaba atraer a jugadores comunes. Así que en 1983 crearon los torneos satélite. Los aspirantes a campeones ahora tenían la oportunidad de competir contra los mejores jugadores del mundo en el evento principal, invirtiendo poco dinero. La idea resultó ser un éxito rotundo, pero Benny Binion, su rey y fundador, murió el día de Navidad en 1989 y con esto la familia Binion comenzó a fracturarse. Jack fue apartado. Becky tomó el control. Muchos jugadores boicotearon el Horseshoe. La WSOP entró en una era gris. Pero entonces, en 2003, apareció un contador de Tennessee llamado Chris Moneymaker. Ganó su entrada al Main Event por 39 dólares en un satélite online. Y ganó todo. 2.5 millones de dólares.

Pero lo que realmente ganó fue el corazón de todos los amateurs del mundo. Si él pudo, cualquiera podía. El póker se volvió una fiebre global. Las salas online explotaron. ESPN transmitió la mesa final con cartas visibles por primera vez. Y el sueño se hizo contagioso. De 839 jugadores en 2003 pasamos a 8,773 en 2006. Jamie Gold se llevó 12 millones. Un nuevo récord. Pero con tanto crecimiento, el Horseshoe quedó chico. Harrah’s compró la WSOP y la mudó al casino Rio. Más espacio. Más mesas. Más millones. En 2007, cruzaron el Atlántico. Nació la WSOP Europa. Las pulseras se globalizaron.

Las mesas se llenaron de banderas extranjeras. El póker ya no era solo americano. Era universal. Los años pasaron. Hubo altibajos. En 2019 se rozaron los 8,569 jugadores. En 2022, 8,663. Y finalmente, en 2023, se rompió el récord: 10,043 jugadores en el Main Event. El premio fue de 12.1 millones. Daniel Weinman escribió su nombre con letras de oro. Y en 2024, el número se superó de nuevo: 10,120 jugadores. Pero un cambio en la distribución de premios dejó al ganador con 10 millones. Aun así, el trofeo fue digno de un emperador: un brazalete con más de 2,200 piedras preciosas, oro amarillo, ónix negro, rubíes y un protector de cartas oculto. Y fue presentado, como debe ser, por Jack Binion.

Ese mismo año, se anunció lo impensado: GG Poker compró la WSOP por 500 millones de dólares. Medio billón por un sueño que comenzó con tabaco, humo y un par de sillas prestadas.


Hoy, la frase que está grabada en la sala original del Binion, en Fremont Street, tiene más peso que nunca:
“Binion’s, el lugar que hizo famoso al póker.”


Pero también podría decir: el lugar donde comenzó la leyenda. Porque la WSOP no solo hizo famoso al póker. Le dio historia. Le dio alma. Le dio a cada jugador una razón para soñar.

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