“No hay atajos, el progreso viene de revisar cada mano, aprender de cada error y mantener disciplina.” (Adrian Mateos)
El reloj marcaba el mediodía cuando Julián, con un stack que apenas le rendía para una sesión más, se dio cuenta de algo que llevaba tiempo evitando: estaba estancado. Cada sesión se sentía como un bucle infinito. Las manos que antes jugaba sin pensar ahora lo confundían, los errores se repetían, y la frustración crecía. Sabía de todos los videos gratuitos, artículos y transmisiones que corrían por internet, y había invertido horas absorbiéndolos, pero nada parecía encajar. Fue entonces cuando entendió que quizá necesitaba algo más: un coach, alguien que viera sus manos, sus decisiones, su proceso completo.
Pero no cualquier momento es bueno para buscar un coach. Lo recomendable es aprovechar primero todo el contenido gratuito disponible: libros, videos, foros, streams, reviews de manos. Solo cuando uno ha internalizado lo básico, cuando se detectan patrones de error recurrentes o bloqueos mentales, es cuando un coach puede marcar la verdadera diferencia. La función del coach no es dar respuestas mágicas, sino acelerar la comprensión, corregir hábitos y ofrecer un feedback que uno mismo no puede identificar.
¿Cómo distinguir?
· Primero, fíjate si hay un historial concreto: contenido público, vídeos, revisiones, manos analizadas, cronología de progreso, comunidad activa, gente que comenta y aporta. Por ejemplo, aquí en ATR POKER tenemos contenido lógico y progresivo, mental game, cash game, plus rakeback, programas de afiliados: todo con una arquitectura clara.
· Segundo, transparencia: coaches identificados, clases señaladas (como las de StraussJ o BlueGh0st que tenemos aca en ATR POKER), sesiones grupales, revisiones; todo visible.
· Y tercero, resultados verificables: testimonios reales como “llegué a NL200 en menos de un año” o “me guiaron cada mano, responden cualquier duda a cualquier hora”.
Un buen coach hace mucho más que explicar jugadas. Acompaña al jugador en su proceso, guiándolo en decisiones complejas, enseñando cómo analizar patrones de oponentes, cómo gestionar el stack profundo, cómo controlar la presión mental. Da retroalimentación concreta: no es teoría general, es observar una mano específica, identificar errores de timing, de lectura de la mesa o de manejo de bankroll, y proponer alternativas. Por ejemplo, en ATR Póker se busca que los jugadores dominen el cash game y el mental game mediante revisiones de manos, análisis de spots avanzados y planes de progreso claros. Esto permite que los conceptos de póker dejen de ser abstractos y se transformen en herramientas reales para mejorar en cada sesión.
Pero no todo lo que se ofrece en el mercado es igual de confiable. En el mundo del coaching de póker también existen los estafadores. Estos prometen riqueza rápida, niveles que se suben a una velocidad imposible de comprobar y resultados que parecen sacados de la nada. Suelen presentar testimonios poco fiables o falsificados, cobrar precios exorbitantes y desaparecer cuando el jugador necesita seguimiento. A veces hacen que los alumnos suban de nivel tan rápido que no pueden verificar si el progreso es real o simplemente una ilusión de habilidad. La ilusión es rápida y tentadora, pero el costo es tangible: dinero, tiempo y la confianza en uno mismo.
Para evitar caer en estas trampas, es fundamental reconocer las señales de un buen coach. Haste estas preguntas:
· ¿El coach tiene resultados propios o de sus alumnos que se puedan comprobar?
· ¿Existe un grupo donde se compartan experiencias, dudas y aprendizajes?
· ¿El coach muestra claramente qué se enseña, cómo se enseña y cuál es su método?
· ¿Los testimonios son consistentes, reales y verificables?
Haciéndote estas preguntas, te permitirán diferenciar entre quienes realmente enseñan y quienes solo venden espejismos.
Al final, un buen coaching puede transformar carreras. No se trata solo de acumular fichas ni de subir niveles rápidamente, sino de desarrollar disciplina, comprensión profunda y mentalidad ganadora. Grandes jugadores del póker han encontrado mentores que los guiaron en momentos clave, y su progreso se refleja en consistencia, control emocional y capacidad estratégica. Un mal coaching, en cambio, puede ser devastador: desilusión, pérdida de tiempo, errores repetidos y sueños que se diluyen entre falsas promesas.
Y ¿Qué fue de Julián? Julián lo entendió pronto: la diferencia no está en quién promete más rápido, sino en quién enseña con sustento, paciencia y método. Cada sesión, cada corrección y cada aprendizaje real se convirtió en un paso firme hacia la mejora. Al final, el valor de un buen coach no se mide solo en resultados inmediatos, sino en la capacidad de formar jugadores completos, capaces de enfrentar cualquier mesa con conocimiento, confianza y resiliencia.






