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Claudio Di Giacomo gana en el WSOP Circuit

“Dicen que tengo un pequeño don especial: la capacidad de entender las señales y los movimientos de los jugadores… la preparación proviene principalmente de una gran experiencia.”( Claudio Di Giacomo)

El rugido de las fichas y el brillo inconfundible del oro del King’s Resort volvieron a encenderse en Rozvadov. El legendario casino checo, conocido como la catedral europea del póker, fue una vez más el escenario de una historia digna de contarse. En el corazón del WSOP International Circuit 2025, donde se reúnen profesionales consagrados, viajeros incansables y soñadores con el mismo anhelo de un anillo, Claudio Di Giacomo emergió como el nuevo protagonista de esta epopeya.

El escenario del circuito

El World Series of Poker International Circuit no es un evento más. Es la extensión global de la WSOP que lleva el prestigio de Las Vegas a los principales destinos del mundo. Cada parada es una batalla, y cada anillo conquistado, un símbolo de excelencia. Rozvadov, en particular, no es un simple punto del mapa: es el epicentro del póker europeo. Su King’s Resort respira historia, alberga la WSOPE cada año, y es hogar de jugadores que buscan dejar huella más allá de los flashes.

En esta edición, el Main Event reunió a 544 inscripciones con un buy-in de €1,500, formando un pozo que superó el millón y medio de euros. Durante varios días, las mesas se convirtieron en campos de guerra mental, donde cada decisión costaba miles y cada error podía sepultar un sueño. Y entre esa marea de aspirantes, un italiano de perfil sereno y mirada concentrada comenzó a destacarse.

El ascenso del italiano silencioso

El aire dentro del King’s Casino estaba cargado de esa mezcla de nervios y respeto que solo una mesa final del WSOP International Circuit puede generar. En el centro, bajo las luces doradas que reflejaban en los tapetes verdes, siete jugadores peleaban no solo por un anillo, sino por algo más profundo: la validación de años de estudio, errores, y madrugadas mirando monitores.

Entre ellos, Claudio Di Giacomo parecía hecho de otra calma. Con los brazos cruzados y la mirada fija, su presencia contrastaba con el frenesí de fichas y miradas alrededor. El italiano no gesticulaba, no mostraba euforia ni frustración: solo observaba. Como si cada movimiento de sus rivales fuera parte de una partitura que él ya había leído.

El primero en caer fue Zdenek Zizka, ganador de brazalete y jugador de backgammon, un rival con experiencia en el caos del cálculo. Su A♦5♥ se estrelló contra el A♠J♥ de Di Giacomo, que lo eliminó con un kicker superior cuando el board bajó K♦10♠9♦K♣A♣. La mesa entera notó el cambio: el italiano no solo estaba ganando manos, estaba imponiendo ritmo. Zizka se retiró con una media sonrisa, mientras Di Giacomo apilaba fichas sin levantar la vista.

El siguiente en caer fue Volodymyr Kokoulin, seguido de Taras Sopotnytskiy, ambos víctimas de la presión constante de Claudio, que jugaba con precisión quirúrgica. Cada raise parecía medido con metrónomo, cada call, una trampa tendida. Cuando el humo se disipó, solo quedaban dos: Claudio Di Giacomo y Stefano Aprile.

El heads-up fue una guerra silenciosa. Dos italianos en tierras checas, luchando por un título que podía marcar sus carreras. Claudio entró con una ventaja de 3:2 en fichas, pero Aprile no era un rival menor; agresivo, técnico y con la mirada de quien no tiene miedo a morir peleando. Se midieron durante varios niveles: miradas, silencios, pequeños faroles, y esa tensión que hace que hasta el sonido de una ficha cayendo parezca un trueno.

Y entonces llegó la mano final.

El flop cayó Q♦9♣6♠. Aprile, en el botón, había conectado la segunda pareja con su 9♦7♦, suficiente para intentar un movimiento. Di Giacomo, con K♥K♦, solo observó, dejando que el rival se hundiera en su propia confianza. En el turn (3♥), Aprile lanzó su ofensiva final: all-in. Claudio no necesitó mucho tiempo.
Un suspiro, una mirada rápida a las fichas y un call firme, casi seco.

Las cartas se revelaron, y el público se acercó. El river (A♠) fue tan inocuo como inevitable. El King of Kings se sostuvo. Claudio Di Giacomo había ganado.

No hubo gritos. Solo un gesto breve, un leve asentimiento, como si el resultado fuera una consecuencia natural de su juego. Mientras el dealer empujaba el pozo hacia él, Claudio se quitó los auriculares, miró al cielo del casino y dejó escapar una sonrisa discreta. El público aplaudía de pie.

El marcador final fue claro: Claudio Di Giacomo se llevó €189,750, el anillo del WSOP Circuit, y un asiento para el Tournament of Champions 2026. Un triunfo que va más allá del dinero: es el tipo de victoria que redefine una carrera y marca un antes y un después en la vida de cualquier jugador.

Aprile, caballeroso, se levantó y le ofreció la mano. Había luchado bien, incluso heroicamente, pero el destino tenía reservado ese anillo para otro.
Di Giacomo levantó la mirada hacia las cámaras y, con esa serenidad suya, solo dijo:

“El póker me enseñó que la práctica pesa más que la teoría. Hoy esa práctica me trajo hasta aquí.”

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